La basura electrónica es la acumulación de todo aquel componente o dispositivo
electrónico que, habiendo agotado su vida útil o no, es desechado; es el caso de
celular roto o dañado, computadoras, impresoras, tarjetas de circuitos electrónicos,
televisores, pilas y baterías, entre otras cosas. Esta acumulación crece día a día
fundamentalmente por dos razones: la fuerte demanda de nuevos dispositivos fruto
de una cultura de consumismo y la fragmentación, como estrategia de mercadeo, de
la evolución tecnológica (que es acelerada). Esta fragmentación implica que un
descubrimiento o avance tecnológico, por ejemplo, en la velocidad de
procesamiento de un microprocesador, no sea sacada al mercado de forma
inmediata sino que se fabrican dispositivos que incluyan este incremento de
velocidad de forma gradual, aumentando así las ganancias que dicho avance
tecnológico pueda generar. Producto de estas causas es el crecimiento de la basura
electrónica de forma descontrolada. Se estima que para 2018 en la región
latinoamericana se generen 4800 kilotoneladas de basura electrónica, por encima
del 55% esperado globalmente [1]. Por su parte, Venezuela es considerada como el
cuarto país latinoamericano que más basura electrónica produce, con unos 7,6 kg
por habitante según estudio realizado en el 2015 [2].
Frente a esto, ¿Qué hace Venezuela con toda esa basura electrónica?
Lamentablemente en el país no existe una cultura de reciclaje, mucho menos de
tratamiento de basura electrónica. Hasta ahora el Estado no tiene una campaña
clara frente a esta problemática, y de hecho posee deficiencias en cuanto al servicio
de aseo urbano. Se evidencia por ejemplo en el Distrito Capital, donde el
tratamiento de basura sobre todo en lugares de accesibilidad restringida (barrios con
subidas muy pronunciadas o sin carreteras asfaltadas) es un problema urbano de
gran impacto tanto ambiental como en la salud. También se tiene el caso del
botadero que se encuentra en la autopista de tazón, la entrada al Distrito Capital
desde Oriente, el cual está diseñado para ser una estancia temporal para la basura
antes de ser trasladada a sitios más alejados de la población, pero se evidencia que
la basura permanece ahí mucho tiempo del que debería. Es por esto que en la
actualidad si el Estado no se encuentra ni siquiera en capacidad de garantizar un
servicio de aseo urbano adaptado a las necesidades, tampoco va a tener capacidad
para tratar la basura electrónica.
Se tiene entonces, una problemática de alta generación de basura orgánica y
electrónica, aunado a esto, la incapacidad e inconsciencia para tratarla. Al tomar en
cuenta el alto volumen de basura orgánica producida, coloca a la basura electrónica
en segundo plano acentuando así sus consecuencias a corto y largo plazo. Cabe
destacar que hay organizaciones no gubernamentales que han atacado dicha
problemática pero sin lograr un impacto significativo, sin intenciones de calificar de
manera negativa los esfuerzos de estas minorías. Así, se hace imperante la
inclusión de una parte importante de la sociedad para que contribuya a la solución
de este problema.
Las universidades venezolanas son circunstancialmente necesarias para este tipo
de problemática, dado que son fuente de conocimiento y preparación de los futuros
profesionales del país. Pueden aportar positivamente de dos maneras: mediante
propuestas y planificación de formas de tratamiento, reciclaje, almacenaje y
transporte de la basura electrónica, y mediante el voluntariado o servicio comunitario
con campañas de concientización, capacitación y supervisión del tratado de este
tipo de basura en las comunidades aledañas a cada universidad.
La Universidad Simón Bolívar hace frente al problema de la basura electrónica
dentro de sus instalaciones, mediante dos instituciones: la Dirección de Planta
Física y el Departamento de Bienes Nacionales. Se debe tomar en cuenta que la
basura electrónica generada por la universidad está compuesta por: equipos y
componentes de los laboratorios, equipos y componentes de las oficinas y zonas
administrativas y todo aquel dispositivo que sea ya desechado. Además, esta
basura es en su mayoría inservible, ya que el tema de deficiencia presupuestaria
hace que todos los equipos al acabar su vida útil sean reparados una y otra vez
para alargar su vida útil, pues la renovación de equipos es bastante escasa.
Irónicamente la reparación de equipos para alargar su vida útil significa por un lado
el uso eficiente de los equipos electrónicos lo que genera una disminución en la
producción de basura, y por otro lado significa atrasos en tecnología implementada
para la educación, lo que implica una desventaja profesional frente a universidades
mejor dotadas.
La Dirección de Planta Física recibe pilas y baterías para darles algún tratamiento
antes de desecharlas. Es necesario destacar que las pilas y baterías son el tipo de
basura electrónica que más daño ambiental genera; por ejemplo una pila de reloj al
entrar en contacto con la tierra puede llegar a contaminar hasta 500.000 litros de
agua. Para ello los centros de estudiantes de carreras como ing. Electrónica,
mecánica y eléctrica colocan recipientes donde puedan ser colocadas y luego estas
son llevadas a Planta Física.
Por su parte el Depto. de Bienes Nacionales es el encargado de administrar todos
aquellos bienes pertenecientes a la universidad, y por ende, al Estado. Entonces
tiene potestad y control sobre todos aquellos equipos y componentes de
laboratorios, así como computadores y materiales de oficina como impresoras y
escáneres. La universidad en conjunto con Electrónica y Física realiza
constantemente reparaciones a los equipos averiados alargando así su vida útil.
Pero en los casos que dichos equipos no pueden ser reparados, son almacenados
en diferentes zonas de la universidad y con los permisos adecuados están
disponibles para extraer componentes que aún sirvan.
Se puede observar que las medidas de control y tratado sobra la basura electrónica
tomadas por ahora son incompletas, por ejemplo, sin importar las veces que se
realice operaciones de mantenimiento en los equipos llegará el punto en el que se
cumpla su vida útil, obligando a desecharlos y evitando su acumulación en zonas
pobladas debido a los problemas de salud e higiene que se puedan generar. La
política actual fuera de las universidades es la mezcla de los desechos orgánicos e
inorgánicos para luego ser vertidos en botaderos o quemadores. Es por eso que es
importante desarrollar e implementar procesos de reciclado de los metales y
componentes electrónicos, para ello en las mismas universidades con
especialidades técnicas pueden presentar organizaciones con dichos conocimientos
necesarios para realizar estos procesos. Adicional a esto la capacitación a personas
para la creación de futuros empleos y posibles labores comunitarias necesarias para
la obtención del título de educación secundaria y superior. Permitiendo un vasto
incremento en una población con sentido correcto para el tratado de la basura
electrónica, favoreciendo el desarrollo del país y la contribución a un espacio más
ecológico y limpio. Al mismo tiempo esas mismas organizaciones pueden desarrollar
campañas de recolección de basura electrónica o equipo obsoletos en buen estado
para restaurar y habilitar esos equipos y a su vez habilitar espacios como las zonas
de bajos recursos con equipos para la educación a través de instrumentos como
computadoras, televisores, radios, DVDs, etc.
Aunque Venezuela no posea las tecnologías necesarias para realizar el reciclaje
electrónico, se pueden crear iniciativas que concienticen a las personas sobre esta
importante acción. La universidad Simón Bolívar puede desarrollar labores sociales
donde los estudiantes den charlas a las comunidades, estudiantes del campus,
colegios y otras universidades sobre la importancia del reciclaje, ya que este tema
es de suma importancia para mejorar la salud de la población.
REFERENCIAS
[1] http://www.gsma.com/latinamerica/ewaste2015
[2] http://www.eluniversal.com/noticias/estilo-vida/venezuela-gran-generador-e-basura_46527